Esti poema ía d’hai tiempu, daquella
escribía tanto n’asturianu como en castellán. Al venir a cuentu de
Villarpadrid, voi dedicalu a Alexia ya tola bona xente de Villar.
donde el silencio es
eterno,
del estridente
Madrid,
en verano o en
invierno,
es volver a un
paraíso,
de campechanos
vecinos,
donde el tiempo está
sumiso,
con los primos y
“amiguinos”.
Te recibe, de
soslayo,
a la subida de Gera,
en su ermita, San
Pelayo,
tras dejar la
carretera.
Los recuerdos de mis
tíos,
el secreto de la
fragua,
los serenos
labrantíos,
el pozo de fresca
agua.
La lágrima en la
mejilla,
el hórreo que no
envejece,
el olor a
mantequilla,
la mente que se
entristece.
Todo allí sigue
presente,
la casa con los
manzanos
mirando a Albar y
Vivente,
los robledales
cercanos.
El “chigre” que
clausuró
con la partida
nocturna,
la caricia que brindó
esa niebla taciturna.
La paciencia de las
vacas,
el sutil llanto del
carro,
entre graznidos de
urracas,
a través de hierba y
barro.
Memorias particulares
que agradezco haber
vivido
a todos mis
familiares,
también a los que se
han ido.
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