jueves, 1 de junio de 2017

Villarpadrid


     Esti poema ía d’hai tiempu, daquella escribía tanto n’asturianu como en castellán. Al venir a cuentu de Villarpadrid, voi dedicalu a Alexia ya tola bona xente de Villar.

 Llegar a Villarpadrid,
donde el silencio es eterno,
del estridente Madrid,
en verano o en invierno,

es volver a un paraíso,
de campechanos vecinos,
donde el tiempo está sumiso,
con los primos y “amiguinos”.

Te recibe, de soslayo,
a la subida de Gera,
en su ermita, San Pelayo,
tras dejar la carretera.

Los recuerdos de mis tíos,
el secreto de la fragua,
los serenos labrantíos,
el pozo de fresca agua.

La lágrima en la mejilla,
el hórreo que no envejece,
el olor a mantequilla,
la mente que se entristece.

Todo allí sigue presente,
la casa con los manzanos
mirando a Albar y Vivente,
los robledales cercanos.

El “chigre” que clausuró
con la partida nocturna,
la caricia que brindó
esa niebla taciturna.

La paciencia de las vacas,
el sutil llanto del carro,
entre graznidos de urracas,
a través de hierba y barro.

Memorias particulares
que agradezco haber vivido
a todos mis familiares,
también a los que se han ido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario