martes, 31 de julio de 2018

La hestoria de Carola



     De la que marchó “la Pilingui”, darréu s’asitiara Carola naquel baxu en compaña de los sous diecisiete gatos. La xente enteróuse de secute porque daquella había muita conexón ente los vecinos. Agora, si acaso caleyaras per eillí, nun dibas escuclar más conexones que las de la semeya. Como hubo quien pidiera’l cuentu de Carola ya atopé esta poesía de cuando espublizaba na revista, voi colingala magar que tea en castellán. D’outra miente, tolo que diz esti encople foi la pura verdá…


Doña Carola salía
de su piso sólo a ratos,
pues pasaba todo el día
con sus diecisiete gatos.

La casa estaba repleta,
más ninguno se escapaba,
olía como a mofeta,
advertía el que pasaba.

Tenía uno preferido,
al que le llamaba “Moro”,
le susurraba al oído:
“estás fuerte como un toro”.

Gustaba de beber vino,
si incurría en el exceso,
explicaba a algún vecino
que acompañaba con queso.

Pero a veces había bronca
con la señora portera,
alzaban la voz (muy ronca),
 discutiendo en la escalera.

Resultó descalabrada,
al final de una porfía,
atajada por la armada
–un tipo de policía–.

La cosa, de los portales,
de forma desagradable,
trascendió a los tribunales,
fraguándose más notable.

¿Por qué bebe usted señora?
–inquirió el juez con prudencia–,
cuando al fin llegó la hora
de dictaminar sentencia.

Contestó doña Carola
con razonamiento suyo:
“yo bebo porque estoy sola,
¿usted no bebe, capullo?”

Transcurridos varios meses,
a esta mujer la internaron,
el Moro y los siameses,
en la calle, terminaron.




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